Mi propio mundo

Mi propio mundo sería como muchos nos lo imaginamos: Justo. Sin que unos pocos tengan el dinero que tendrían que tener unos muchos. Sin derechas ni izquierdas. Sin fronteras ni banderas y, por tanto, sin ese sentimiento patrio que tantos problemas causa. Sin injusticia social. Sin especuladores, sin corrupción. Respetando los parques naturales y nacionales y contaminando lo menos posible.

Mi propio mundo es una utopía, una infinita autovía. Con igualdad de derechos para todos sus ciudadanos. Sin pena de muerte. Con igualdad entre razas. En mi propio mundo israelíes y palestinos serían hermanos, pues no habría fronteras por las que luchar ni banderas por las que morir. En mi propio mundo iraníes y estadounidenses compartirían una bandera: la de la paz. Y un objetivo: perpetuarla. En mi propio mundo no habría ni comunismo ni fascismo. En mi propio mundo no existiría el ejército. Ni los himnos. Ni ningún símbolo capaz de identificar a un país o a una región. En mi propio mundo no habría ningún rey al que venerar ni ningún Dios al que escuchar.

Mi propio mundo sería perfecto.