Baile Átha Cliath (Éire)

Oscuros nubarrones se cernían sobre la capital del país de la cerveza, como casi todos los días. "La ciudad del vado de los zarzales" amanecía oscura, como casi todos los días del año, incluso en verano. Siempre corría un viento frío que cortaba la respiración y por las noches parecía que se iba a caer el cielo, pues todo estaba oscuro, no se veía ni una estrella y las nubes estaban más cerca del suelo a cada paso que daba.
De vez en cuando llovía, no con mucha insistencia, pero si durante horas y horas. Finas gotas que al cabo de un rato te hacían ver que estabas como recíen salido de una piscina.
Baile Átha Cliath tenía un "algo" que te atraía sin tú saberlo, una olor a lluvia relajante y, en ocasiones, un viento exfoliante, de esos que cortan la respiración.
Toda la gente con la que compartía esa lluvia y ese viento, parecían haberse teñido el pelo de rojo y, en ocasiones, haberse teñido la sangre del color negro de varias pintas de Guiness.